La labradorita debe su nombre a la península de Labrador, una región ubicada en la costa noreste de Canadá. Fue descubierta por los misioneros y exploradores europeos que visitaron esta área en el siglo XVIII. El nombre "labradorita" se deriva de este lugar de descubrimiento.
En sus primeros días, la labradorita se utilizaba principalmente para la ornamentación y en la fabricación de objetos decorativos. Su belleza iridiscente la convirtió en una piedra preciosa muy apreciada para la joyería y otros objetos decorativos.
Lo que hizo que la labradorita se destacara y fuera reconocida es su sorprendente fenómeno de iridiscencia. Cuando se observa desde diferentes ángulos, la labradorita muestra un juego de colores brillantes que pueden incluir azules, verdes, amarillos, naranjas y rojos. Este efecto se conoce como "efecto Schiller" y es una característica distintiva de la labradorita.
El efecto Schiller en la labradorita produce una gama de colores que pueden incluir azules, verdes, amarillos, naranjas y rojos. Lo notable es que estos colores no son estáticos; cambian a medida que la piedra se gira o se mueve, lo que crea un efecto visual deslumbrante y dinámico.
El efecto Schiller en la labradorita es causado por la interferencia de la luz en las láminas finas y paralelas dentro de la estructura del mineral. Estas láminas son conocidas como "inclusiones de calcio" y están dispuestas en capas. Cuando la luz incide en la labradorita y pasa a través de estas capas, se descompone en diferentes longitudes de onda, lo que da como resultado una exhibición de colores.
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